Antes nada ni nadie me podía hacer llorar. Ahora tres simples frases de una simple historia de un simple libro me pueden conseguirlo.
Seguramente es que le presto más atención a los problemas de los demás antes que a los míos, mientras que yo sólo intento no fallar como humana que soy.
Definitivamente, conocerme tan bien es un castigo. Mirarme al espejo y ver todos mis defectos hace que me carcoma la cabeza. Mientras tanto, a eso se suma la preocupación de querer ser perfecta antes que la de ser buena persona.
El simple hecho de saber que soy ingenua, verlo, vivirlo, me provoca dolor de cabeza, todo por no poder arreglarlo.
Saber que todos los días descubro una nueva mentira, un nuevo engaño, me hace pensar que todas las ilusiones que tengo han hecho que me llegue a convertir, yo solita, sin enterarme, en una persona sin rumbo alguno, perdida.
Saber que yo misma soy mi propia debilidad, que yo misma soy la que me hago daño sin darme cuenta, que la manera en la que perdono al equivocado u odio al amado hace que tenga los pies en la tierra, pero la cabeza a la deriva… Todas esas cosas me hacen pensar que realmente vivo más pensando que cruzando el horizonte.
Nunca me ha importado que lean esto, llevo ya más de un año, y está claro que no escribo para el secreto.
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